En esta grave enfermedad el útero se llena de pus (=infección), llegando en ocasiones a pesar 10 veces más debido a la acumulación de material purulento. Todo se inicia con el paso de algunos microbios desde el exterior hacia el interior de la perra por el cuello uterino. Normalmente esto sucede durante el celo, que es cuando el cuello uterino se abre. Como siempre existe esa posibilidad en cada celo la naturaleza ya ha dotado a las hembras de mecanismos de control. Así pues, tras el estro o período receptivo de la perra, aparecen en el tracto vaginal gran cantidad de glóbulos blancos con función defensiva para “limpiar” de microbios la zona. Si ese mecanismo no es eficaz y permanecen en el tracto reproductor las bacterias aparecerá la piometra al cabo de unas semanas o meses. Si el cuello uterino se volvió a cerrar tras el celo el proceso es más grave pues no hay dignos externos de que la perra está enferma hasta que el problema es ya grave de verdad: si vuestra perra orina más de la cuenta, ha perdido el apetito, parece que se le engorda la barriga y tuvo el celo hace unas semanas ya podéis correr al veterinario. En cambio si el cuello uterino (=cérvix) permanece abierto veremos unas pérdidas anormales por la vulva que nos indicarán con anticipación que algo no marcha bien.
El diagnóstico es rápido y fácil mediante análisis, ecografía y citología vaginal.
El mejor tratamiento pensando en la salud de la perra es siempre el quirúrgico y consiste en sacar ovarios, cuernos uterinos y matriz por lo que la perra queda estéril. En perras destinadas a la cría puede intentarse en casos no muy avanzados (para lo que tendremos que hacer control ecográfico después del celo imprescindiblemente) el tratamiento médico.